Existen varios modelos económicos y empresariales que empiezan a mostrar serias falencias por no estar sustentados en el ser humano como eje y centro de la propuesta. La crisis económica global y la carencia de identidad institucional así como la falta de compromiso real y auténtico con la sociedad son signos que hablan claro y fuerte de la necesidad de replantear los fundamentos sobre los cuales se han basado ciertos modelos que prometían ser exitosos y en ciertos casos tenían sesgos “mesiánicos”. Ninguna estructura por sí sola genera cambios, por más justa que parezca, si no se cambia el corazón de las personas quienes guían y orientan dichos cambios.
En muchos se plantea solamente un desarrollo económico, olvidando que el desarrollo integral de la persona debe incluir todas las dimensiones de su vida. Como empresarios habría que identificar aquellos modelos organizaciones más afines con la justicia social y que tengan como punto de partida a la persona, centro y fin de toda la empresa. Una empresa que se atienda a sí misma simplemente para maximizar sus ganancias está destinada al fracaso. El Papa Benedicto XVI en su última encíclica “Caritas in veritate” (Caridad en verdad) expone con gran lucidez varios de estos temas:”Las actuales dinámicas económicas internacionales, caracterizadas por graves distorsiones y disfunciones, requieren también cambios profundos en el modo de entender la empresa… Uno de los mayores riesgos es sin duda que la empresa responda casi exclusivamente a las expectativas de los inversores en detrimento de su dimensión social.”
Hoy en día la sociedad exige de las empresas un compromiso y eficaz por el bien común. Por ende, la responsabilidad social de la empresa debe abarcar todos los distintos tipos de beneficiarios e integrantes de la misma. también es verdad que se está extendiendo la conciencia de la necesidad de una «responsabilidad social» más amplia de la empresa. Se va difundiendo cada vez más la convicción según la cual la gestión de la empresa no puede tener en cuenta únicamente el interés de sus propietarios, sino también el de todos los otros sujetos que contribuyen a la vida de la empresa: trabajadores, clientes, proveedores de los diversos elementos de producción, la comunidad de referencia.
Es necesario profundizar y proponer soluciones prácticas y eficaces a la crisis que vivimos. No podemos ser indiferentes y postergar acciones que debieron ser realizadas hace mucho tiempo. La injusticia social tiene consecuencias deshumanizantes en la vida de las personas.
Si bien muchas organizaciones han emprendido la tarea de comprometerse con la sociedad es todavía insuficiente frente a la realidad compleja que se debe atender. Cada uno desde su posición y su realidad concreta debe examinarse cuántos de sus dones y talentos están siendo utilizados para beneficio del bien común y que tan eficaces han sido los medios que se han emprendido a lo largo de estos años.
El ser empresario, antes de tener un significado profesional, tiene un significado humano.[98] Es propio de todo trabajo visto como «actus personae»[99] y por eso es bueno que todo trabajador tenga la posibilidad de dar la propia aportación a su labor, de modo que él mismo « sea consciente de que está trabajando en algo propio».[100] Por eso, Pablo VI enseñaba que «todo trabajador es un creador».[101] Precisamente para responder a las exigencias y a la dignidad de quien trabaja, y a las necesidades de la sociedad, existen varios tipos de empresas, más allá de la pura distinción entre « privado » y «público». Cada una requiere y manifiesta una capacidad de iniciativa empresarial específica. Para realizar una economía que en el futuro próximo sepa ponerse al servicio del bien común nacional y mundial, es oportuno tener en cuenta este significado amplio de iniciativa empresarial. Esta concepción más amplia favorece el intercambio y la mutua configuración entre los diversos tipos de iniciativa empresarial, con transvase de competencias del mundo non profit al profit y viceversa, del público al propio de la sociedad civil, del de las economías avanzadas al de países en vía de desarrollo. (N 41)
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