Sentido de nuestro quehacer

Cada vez es más común en nuestro tiempo el  “stress”, provocada por situaciones agobiantes  ante las exigencias que plantea el  mundo laboral. Si bien muchas de estas tensiones – muy características de   nuestro tiempo-   tienen un componente físico, evidencian también carencias interiores que agudizan el problema. Para solucionar esta situación  no basta con disminuir la cantidad o el esfuerzo de actividades que se realizan, sino de otorgarles un verdadero sentido a las mismas.

El psicólogo Vìctor Frankl, que estuvo en un campo de concentración durante la segunda guerra mundial, detalla  la manera de asumir las situaciones casi inhumanas a las que estaban sometidos.  Se  pudo observar que las personas que tenían un fin por el cual luchar eran las que podían soportar de mejor manera las adversidades.   Los que carecían de motivaciones profundas, caían en desaliento e incluso en suicidio.  Concluía Frankl:  “Los que tenían  un porqué para vivir, podían soportar casi cualquier cómo.”

Aplicando esto a la realidad laboral,  en su libro “Ante el vacío existencial”, el psicólogo  se refería a la “enfermedad de los managers”  como aquella que  en la cual  las personas llevadas por su afán de trabajo, se arrojan a una intensa actividad, de modo que la voluntad de poder  reprime la voluntad de sentido.”    Habría que profundizar acerca de las distorsiones y las graves consecuencias que se dan en el mundo empresarial cuando se centran las actividades en la obtención del  poder, tener y placer.    Recuerdo un diálogo con un gerente que me decía: “Nunca volvería a cometer el error de dejar a un lado lo importante en mi vida para conquistar la posición o cargo actual, pues me encuentro con una vida vacía .”

Cabe preguntarnos: ¿Cuál es el sentido último que guía nuestras acciones tanto en el mundo laboral como en el ámbito personal?  Si no tenemos claro el norte, nuestro trabajo y esfuerzo carecerá de sentido y nos llevarán al desaliento o frustración.  Un ideal trascendente  será como una brújula que guíe rectamente nuestras acciones.   La plenitud de  nuestra existencia está relacionada con la  grandeza de la causa a la que servimos.

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